El atleta surafricano Óscar Pistorius, de 21 años, es uno de los más veloces del mundo.
La vida no lo premió a la hora de nacer. Sus piernas crecieron sin peronés, huesos que unen las rodillas con los tobillos. Una malformación lo marcaría para siempre y la posibilidad de caminar era imposible. Tal vez una silla de ruedas sería su mejor aliada. Sin embargo, el surafricano Óscar Pistorius, de 21 años, se dio sus mañas y hoy no sólo anda libremente, sino que además es uno de los atletas más veloces del mundo.
Mientras que sus padres Henke y Sheila celebraban el nacimiento de Óscar, el 22 de noviembre de 1986, los médicos de un hospital en Pretoria buscaban la forma menos traumática de decirles que su pequeño hijo había nacido sin peronés ni tobillos. El doctor Gerry Versveld les explicó una dura situación: “lo mejor sería amputarlo de las rodillas para abajo y acostumbrarlo desde bebé a usar las prótesis. De no hacerlo, sus extremidades sufrirían serias deformaciones”.
La vida no lo premió a la hora de nacer. Sus piernas crecieron sin peronés, huesos que unen las rodillas con los tobillos. Una malformación lo marcaría para siempre y la posibilidad de caminar era imposible. Tal vez una silla de ruedas sería su mejor aliada. Sin embargo, el surafricano Óscar Pistorius, de 21 años, se dio sus mañas y hoy no sólo anda libremente, sino que además es uno de los atletas más veloces del mundo.
Mientras que sus padres Henke y Sheila celebraban el nacimiento de Óscar, el 22 de noviembre de 1986, los médicos de un hospital en Pretoria buscaban la forma menos traumática de decirles que su pequeño hijo había nacido sin peronés ni tobillos. El doctor Gerry Versveld les explicó una dura situación: “lo mejor sería amputarlo de las rodillas para abajo y acostumbrarlo desde bebé a usar las prótesis. De no hacerlo, sus extremidades sufrirían serias deformaciones”.
Once
meses después, sus padres tomaron la decisión más difícil de sus vidas:
amputarle a su hijo las dos piernas. “Siempre he pensado que la
decisión de mis padres fue la adecuada”, confesó Pistorius, hace un
tiempo, a los medios.
Su padre, quien dirige una mina de cal en
Pretoria, mantiene a su familia con un alto nivel de vida, por lo que
nunca ha tenido reparos en comprarle las mejores prótesis de carbono.
Cada par cuesta 20.000 euros y desde cuando su hijo cumplió un año —se
las cambiaba cada nueve meses—, se las manda a hacer exclusivamente a
Ossur, una fábrica islandesa especializada en prótesis.
Óscar se
adaptó a sus piernas artificiales y correteaba por su casa. Sin embargo,
los primeros tropiezos los tuvo en el colegio, cuando sus compañeros se
burlaban de él. Pero, como por providencia divina, Pistorius un día
pensó que su salvación para sobresalir y no ser señalado, era ser un
gran deportista. No importaba el deporte, pero quería ser alguien
popular. Y vaya que lo consiguió.
Comenzó con el waterpolo y
luego pasó a la natación. También jugó fútbol y tenis. Pero un día
probó con el rugby y allí se quedó. Era una de las estrellas del equipo y
gracias a ello se convirtió en uno de los chicos más famosos de su
escuela. Su efectividad en la cancha, unida a sus bellos ojos verdes y a
su pelo dorado, lo hicieron sentir ‘normal’. “De hecho, nunca me he
considerado una persona discapacitada, puedo hacer las mismas cosas que
una persona con piernas”, ha repetido una y otra vez.
El hombre flecha
Era feliz con el rugby, pero a finales de 2003, cuando tenía 17 años,
sufrió una seria lesión en la rodilla y su médico le recomendó cambiar
de deporte. Nunca antes había pensado en el atletismo. Pero por una
razón que él aún no sabe, un buen día empezó a practicarlo. Cuando Ampie
Louw, el entrenador de la Universidad de Pretoria, lo vio corriendo
quedó sorprendido y desde ese momento se autoproclamó su técnico.
Lo
más sorprendente es que en 2004, nueve meses después de empezar a
practicar este deporte, Pistorius ganó la medalla de oro en los 200
metros y bronce en los 100 de los Juegos Paralímpicos de Atenas. Ese
día, en el estadio Olímpico, Versveld, el médico que lo operó de bebé,
presenció tal hazaña. Con el mismo asombro de todos los presentes,
aseguró: “Nunca podré ver nada más sorprendente que esto en toda mi
vida”.
Y luego, para confirmar su supremacía, Pistorius rompió
los récords mundiales con registros de: 10s91 en los 100 metros, 21s58
en los 200 y 46s34 en 400. Casi en todos, un segundo por encima de los
logrados por los mejores atletas de élite del mundo.
Un chico popular
Pistorius cumple a diario
sus actividades, que comienzan a las siete de la mañana. No falla con
su rutina de gimnasio y con su sesión de fisioterapia; entrena en las
tardes por más de tres horas. Para no olvidar su afición por el rugby,
corre por los campos de la Universidad de Pretoria acompañado de su
perro Capone.
Estudia finanzas y tiene el proyecto de montar una
cadena de restaurantes en Nueva York, Londres y Johannesburgo. Y, tal
como añoraba de chico, es una persona popular. En su país, es uno de los
deportistas más mediáticos y su fama ha llegado a tal punto que tiene
ofertas de Hollywood para llevar su historia al cine. Inclusive, Tom
Hanks ya escribe un guión sobre su vida. Patrocinio, le sobra. Es la
imagen de Visa, Honda, Ossur, Nike y Oakley.
A la historia de
Óscar Pistorius aún le queda mucha tela por cortar. Seguramente seguirá
sorprendiendo al mundo con las que hoy son las piernas más famosas del
mundo.
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